Voy a intentar escribir algo en español.

No es mi idioma natal, pues me perdonas cualquier equivocación.

Les voy a contar del Huracán David, uno y dos.

Los que viven en República Dominicana seguro han escuchado de tal Huracán (si no vivieron el paso del mismo) y están pensando: “¿Uno y dos?  Sólo había uno mi amigo…”

Bueno déjame explicarlo.

Pues, para contarlo en breve, David aterrizó en la República Dominicana, un tormento monstruoso categoría 5, el 31 de Agosto del 1979.

Dejo más de 2,000 muertos y era extremadamente impactante.

Pasó por el mismo Santo Domingo y luego atravesó la isla causando mucha inundación y destrucción.

Menos de 4 Semanas después nació David Paredes, nombrado por dicho huracán.

Luego les explico porque le menciono.

Yo llegué a la República Dominicana en Julio de 1999.  Estaba haciendo una misión por la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (también conocido por el apelativo de “Mormones”).

Cuando llegué sólo tenía dos meses de aprendizaje intensivo del idioma española, mejor dicho, no sabia nada.

Empecé en un barrio llamado Mendoza, en Las Américas, parte de Santo Domingo.  Conocí muchas personas bastante buenas y amigables en esta área, pero la verdad es que lo estaba pasado bastante deprimido.

Hasta entonces me causaba dificultad acostumbrarme a las nuevas situaciones, y para mi lo que estaba pasando era un gran cambio.

Sentía que no podía expresarme bien, me hacía falta mi familia y amigos, estaba sudando como un recién llegado al infierno (jaja, imagínense el verano en RD y andando en pleno sol en las calles del capital), y no pensaba que estaba impactando a nadie.

Esto lo sufrí mucho, porque sentía que realmente Dios me había llamado para servir en éste misión y pensaba yo que no estaba cumpliendola como debía.

Pasaron dos meses, llegué a una área nueva, Villa Mella, en el norte de Santo Domingo.

Despues de casi un mes en Villa Mella estaba aún mas desesperado.

Hablé con mi presidente de la misión, creía que tal vez tendría que rendir y volver a mi casa.

Creí que estaba fracasando.  No quería ir a mi casa, pero no veía como superar.

Mi presidente de la misión, Robert Johns, me dijo “¿Crees que un profeta de Dios te haya llamado a servir en este misión?”  Le contesté que “Si.”  Luego me dijo “Entonces TIENES que hacerlo, aunque sean 24 meses del infierno.”

Esto llegó al mismo centro de mi alma.  Y yo sabía que tenía que seguir para adelante.

Pero me dijo mi presidente “Pero no van a ser 24 meses del infierno, las cosas van a mejorar, y pasarás tiempos buenos tambien.  He estado trabajando en conseguirte una ayuda, lo que estoy llamando el programa.  Sabrás más dentro de poco.”

Bueno, me puse una firme determinación de perdurar a pesar de las circunstancias inmediatas, porque lo que estaba haciendo era correcto.

Como una semana después había una transferencia e iba yo a tener un compañero nuevo.  Los misioneros Mormones andan en dos, el que te corresponde en el momento es tu “compañero”.

Se aterriza el Segundo Huracán David:

Cuando me di cuenta de que iba a tener un nuevo compañero, y que “el programa” de que me habló mi presidente no era algo escrito, mejor, fue un hombre Dominicano, admito que tenía un poco de temor.

Pues, hasta entonces me habían puesto con otros misioneros Americanos, y ahora iba a ser obligado a comunicarme en español nada más (yo creía), sin alguien que me tradujera cualquier cosa que no comprendía.

Pero se me fue mi temor en un instante la primera vez que le vi a David Paredes luego que me ganó como amigo con sólo su sonrisa.  Los que conocen a David sabrán de que estoy hablando.

Paredes y yo andamos juntos como compañeros de la misión por los próximos 4 meses.

Le debo a él mi fundación de español.  El sabía mucho inglés también, y le podía preguntar mucho de como decir cosas, también que él me explicara lo que significaban muchas cosas que no entendía, pero principalmente hablamos en español y perdí mi vergüenza y aprendí mucho.

Pero me enseñó Paredes muchas otras cosas preciosas también.

Por ejemplo, como gozar la vida diaria, como tratar a las personas, como tener paciencia, como reírse y divertirse, y como apoyar el uno al otro.  La forma en que lo hizo David, era un arte, natural y sin esfuerzo.

Claro, había otras personas que me habían ayudado hasta entonces con todo esto, pero mi enfoce no es en ellos hoy, sino David.

El Segundo Huracán David no era algo destructivo.

Al contrario, cuando impactó, en vez de destrucción, dejó por su camino un hombre reconstruido y más fuerte (yo).

En vez de destruir vida, me enseñó como mejor vivir (y gozar) la vida, y como auxiliarles a otras personas en sus vidas.

En vez de inundación, un fuente de amistad que brinda sus buenas aguas hasta el día de hoy.

Dios nos manda el auxilio que necesitamos, y muchas veces las bendiciones más potentes llegan a través de un hermano o una hermana.

Somos todos hijos literales de nuestro Padre Celestial.  Y somos todos hermanos y hermanas.

¿Pero somos hermanos o hermanas veridicos?

¿Estamos siendo una bendición para las personas quiénes nos rodean?

Por su ejemplo, David siempre me ha inspirado ser un verdadero hermano a los demás.

Le agradezco a Dios que por mi gran amigo, mi vida ha sido bendecido desde entonces.

Gracias a ti también.  Seguro que eres alguien que me ha impactado en formas buenas si estás leyendo esto.

Ojalá que yo puedo ser una bendición en tu vida y en las vidas de las personas que yo puedo alcanzar.